El valor de la comunicación no depende
en exclusiva de un área o proceso organizacional, por el contrario involucra a cada
integrante de la organización quienes con su estilo comunicativo, suman o restan
en el ambiente de la compañía.
Cuando un miembro es consciente
que su comunicación impacta el ambiente de trabajo, debería reflexionar en cuál
debe ser el binomio a aplicar entre forma y fondo al momento de
expresarse -y más aún si su rol
corresponde al de ser líder o influenciador-; es ahí, en esa relación entre
forma y fondo que se evidencia la madurez comunicativa.
Por ejemplo, estar en desacuerdo no es simplemente
manifestar un no y cerrar la puerta, ni tampoco llegar a una elocuente
necesidad de dar explicaciones; todo radica en identificar ese sabio equilibrio
que se ajusta a cada público, cultura y necesidad coyuntural.
Al final, el balance con el
interlocutor debe evidenciar que frente a nuestra intención comunicada se actúa
de forma natural, con una clara manifestación de acuerdo y las acciones que
surjan se deben generar en un ambiente de calidez y respeto, y no por el
contrario, en reprocesos o dejando de manifiesto un sin sabor en próximas
interacciones.
Comunicar y actuar con coherencia y equilibrio entre forma y fondo es un reto; la incoherencia entre éstos, mina la reputación y afecta el buen ambiente corporativo.
Comunicar y actuar con coherencia y equilibrio entre forma y fondo es un reto; la incoherencia entre éstos, mina la reputación y afecta el buen ambiente corporativo.
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